Nuestra Doctrina
- Inspiradas y sin error.
Creemos que los sesenta y seis libros del Antiguo y Nuevo Testamento como se encuentran en los textos Masoréticos y de la Mayoría (Textus Receptus), y solo ellos fueron inspirados por Dios tal como fueron escritos originalmente; que la inspiración es verbal y plenaria, con esto queremos decir que las mismas palabras y aún letras fueron sopladas por Dios en su totalidad. Creemos que Dios, que es Verdad, comunicó la verdad a través de hombres dirigidos por el Espíritu Santo, de manera que las Escrituras no tienen error ninguno.
- Preservación
Creemos que la Biblia ha sido y será preservada sobrenaturalmente en todas las épocas por la protección divina. Creemos que Dios prometió, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, preservar sus Palabras como nos las entregó en los textos originales hebreos/arameos y griegos. Por Su cuidado providencial, creemos que Dios ha guardado puras sus Palabras a través de los siglos como prometió, y reafirmamos nuestra fe en lo que nuestros antepasados bautistas escribieron en la confesión de Londres en 1677 y 1689. Dice en parte: El Antiguo Testamento en Hebreo, (que era el idioma nativo del pueblo antiguo de Dios), y el griego neotestamentario (que al tiempo de escribirlo fue generalmente conocido a las naciones) siendo inmediatamente inspirado por Dios, y por su cuidado singular y providencial fue guardado puro por todas las edades, y por lo tanto son auténticos.
- Autoridad
Creemos que la Biblia es la revelación suprema de la voluntad de Dios para el hombre, y constituye la única regla infalible en todo asunto de que habla y en todo asunto a que se dirige. Creemos que la Biblia es autoritativa, suficiente, y confiable, y que por la providencia de Dios será siempre el centro verdadero de unidad cristiana y la regla suprema, por la cual toda conducta humana, creencia y opinión será probada. (Salmos 119:89; Isaías 40:8; Mateo 5:18; 15:4-6; Marcos 12:36; Juan 10:34-35; Hechos 1:16; Romanos 3:1-4; Gálatas 3:16; II Timoteo 3:15-17; Hebreos 4:12; I Pedro 1:24-25; II Pedro 1:19-21; Apocalipsis 22:18-19).
Creemos que la salvación de los pecadores es iniciada divinamente y dada completamente por gracia por medio del oficio de Jesucristo como mediador, el Hijo de Dios, quien por el nombramiento del Padre, voluntariamente tomó por sí mismo nuestra naturaleza, mas sin pecado, y honró la ley divina por su obediencia personal, y así se hizo competente a sí mismo para ser nuestro Salvador; que por el derramamiento de su sangre en su muerte satisfizo las demandas justas de un Dios santo y justo en cuanto al pecado; que su sacrificio no fue hecho para ponernos un ejemplo por su muerte como mártir, sino como una substitución voluntaria de Sí mismo en el lugar del pecador, el Justo muriendo por el injusto, Cristo el Señor llevando nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero; y que habiendo sido resucitado de los muertos, él ahora está sentado en su trono en el Cielo y uniendo en su Persona maravillosa todas las
compasiones más tiernas con perfección divina. En todo asunto él tiene los requisitos para ser un digno Salvador, compasivo y suficiente en todo.
- Apropiación
Creemos que la salvación es totalmente una obra de Dios, hecha desde el principio hasta el fin por Él, y que el hombre inconverso no puede hacer algo para salvarse a sí mismo, o hacerse mas aceptable con Dios para merecer que Dios le salve. Dios, por lo tanto, manda que el hombre crea en el Señor Jesucristo como la única manera para apropiar la salvación. El arrepentimiento es un cambio de la mente y el propósito hacia Dios producido por el Espíritu Santo y es una parte integral de la fe que salva (Efesios 2:8-9; Hechos 15:11; 16:30-31; Romanos 3:24-25; Juan 3:16; Filipenses 2:7-8; Hebreos 2:14-17; Isaías 53:4-7; I Juan 4:10; I Corintios 15:3; II Corintios 5:21; I Pedro 2:24).
- La Gracia y el Nuevo Nacimiento
Creemos que para ser salvos, los pecadores necesitan nacer de nuevo; que el nuevo nacimiento es una nueva creación en Cristo Jesús; que es instantáneo y no un proceso; que en el nuevo nacimiento, el que era muerto en delitos y pecados es hecho partícipe de la naturaleza divina y recibe vida eterna, el regalo gratuito de Dios; que la nueva creación es obra de Dios solo por el poder del Espíritu Santo por medio de fe en la verdad del evangelio (Juan 3:3, 8; 5:1; Hechos 16:30-31; Romanos 6:23; I Corintios 15:1-14; II Corintios 5:17; Efesios 2:1-9; Colosenses 2:13; II Pedro 1:4; I Juan 5:1-13).
- Justificación
Creemos que la justificación es un acto judicial de Dios por el cual Él declara justo al creyente a base de la justicia imputada de Cristo; y que se da, no en consideración de obras de justicia que hayamos hecho, sino por medio de fe en la sangre del Redentor solamente (Romanos 3:24; 4:4-5; 5:1, 9; Gálatas 2:16; Filipenses 3:9).
- La Seguridad de los Santos
Creemos que todos los que verdaderamente han nacido de nuevo son guardados eternamente por Dios el Padre para Jesucristo (Juan 10:28-29; Romanos 8:35-39; Filipenses 1:6; Judas 1).
- Santificación
Creemos que la obra santificadora de Dios en relación al creyente es de apartar el creyente hacia Dios y del pecado. Santificación incluye lo siguiente: primero, santificación judicial; segundo, santificación actual; y tercero, santificación completa (Romanos 6:5-6; Efesios 1:4, 18; I Tesalonicenses 1:9).
1. Santificación Judicial
Es la obra de Dios el Padre, por la cual el creyente posicionalmente ha sido declarado santo y sin culpa. Esta declaración fue basada por los méritos y la obra redentora de Cristo por el derramamiento de Su sangre. Como un acta eterna de Dios, santificación judicial fue efectuada completamente por Cristo en su muerte, sepultura, y resurrección, y nada en la vida actual del creyente puede cambiar este estado posicional. Cada creyente, por lo tanto, es un santo, y nunca puede haber contra él ninguna condenación pasada, presente, o futura (Juan 17:1-3, 16-20; I Corintios 1:30; Efesios 1:18; 2:11-14; Judas 1).
2. Santificación Actual
Es la obra de Dios el Espíritu Santo por la cual, en la práctica, el creyente está siendo conformado a la imagen de Cristo. Este
es un proceso continuo en el cual el creyente es personalmente responsable de aplicar la Palabra de Dios a su vida diaria. Mientras la
santificación actual es progresiva en su naturaleza, su progreso puede ser retardado por desobediencia, por cuanto el creyente retiene su naturaleza pecaminosa, la cual no puede ser borrada en esta vida. Su naturaleza pecaminosa opera todavía en el estado actual del creyente, aunque ha sido declarado muerto al pecado. A pesar que ha sido exhortado ser santo como Dios es santo, es imposible llegar a un estado de perfección impecable hasta que esté presente con el Señor. Santidad en la vida del creyente es efectuada por la Palabra de Dios por fe, obediencia, oración, confraternidad piadosa, la esperanza bienaventurada y disciplina (Romanos 6:2, 6-11; 8:4; I Corintios 6:9-11; I Pedro 1:2; I Juan 1:9).
3. Santificación Completa
Santificación completa es la obra del Hijo de Dios por la cual el creyente es transformado perfectamente a la imagen de Jesucristo. Aunque la santificación completa no ocurre hasta que el creyente esté presente con el Señor, sea en la muerte o en el rapto para los que están presentes en Su venida, será una transformación instantánea a ser como Cristo cuando le vemos tal como Él es. Aunque el cuerpo del creyente será como el de Cristo en la resurrección, la erradicación de la naturaleza pecaminosa del
creyente no espera la resurrección de su cuerpo. Un entendimiento correcto de la santificación completa niega la posibilidad de cualquier idea de un purgatorio, siendo que Cristo ya efectuó la purificación del pecado del creyente por Su obra de Santificación (Romanos 6:5-6; 14:7-9; Efesios 1:14; 5:26-27; Hebreos 2:9-13; 10:9-14).
Creemos en la versión bíblica de la creación del universo físico, ángeles, y el hombre; que ésta historia no es alegoría ni mito, sino una historia literal y veraz de los acontecimientos creativos directos e inmediatos de Dios sin proceso evolutivo alguno; que el hombre fue creado como obra directa de Dios, y no procedió de otras formas de vida que existían antes; y que todo hombre es descendiente de Adán y Eva, un hombre y una mujer literalmente existentes, que son los primeros padres de la raza humana (Génesis 1, 2; Colosenses 1:16-17; Juan 1:3).
- Definición de la Autonomía de la Iglesia Local
Creemos que la iglesia local es una congregación de creyentes inmersionados, asociados por un pacto de fe y confraternidad en el evangelio, observando las ordenanzas de Cristo, gobernado por Sus leyes, ejercitando los dones, derechos, y privilegios que le son dados por Su Palabra. Creemos que la misión verdadera de la iglesia es el evangelismo de todos los hombres. Mantenemos que la iglesia local tiene el derecho absoluto de auto-gobernarse, libre de la interferencia de cualquier jerarquía de individuos u organizaciones, y que el único Superintendente es Cristo por el Espíritu Santo; que es bíblico que las iglesias verdaderas cooperen entre sí en contender por la fe y por la promulgación del evangelio; que cada iglesia local es el único juez de la medida y método de su cooperación; y que en todo asunto de membresía, reglas, gobierno, disciplina, y caridad, la voluntad de la iglesia es terminante (Hechos 2:41-42; 15:13-18; 20:17-28; I Corintios 11:2; 12:12-13; Efesios 1:22-23; 3:1-6; 4:11; 5:23; Colosenses 1:18; I Timoteo 3:1-13).
- Las Ordenanzas de la Iglesia Local
Creemos que el bautismo cristiano es la inmersión del creyente en agua una sola vez para mostrar en una forma solemne, y como figura hermosa, nuestra identificación con el Salvador crucificado, sepultado, y resucitado por Quien morimos al pecado y resucitamos a una vida nueva; que el Bautismo se realiza bajo la autoridad de una iglesia local; y que es requisito para la membresía en la iglesia.
Creemos que la Cena del Señor es la conmemoración de Su muerte hasta que Él venga, y debe ser antecedida con un tiempo de auto-examen solemne. Creemos que el orden bíblico de las ordenanzas es: primero el bautismo, y después la cena del Señor, y que los participantes en la Cena del Señor deben ser creyentes inmersionados (Mateo 3:16; 28:18-20; Hechos 2:41-42; 8:36-39; Romanos 6:3-5; I Corintios 11:23-33; Colosenses 2:12).
- Oficios de la Iglesia
Creemos que la Cabeza de la Iglesia ha ordenado dos oficios en la iglesia local, el pastor y el diácono. I Timoteo tres da definición su carácter y requisitos y establece su orden. Ni el pastor ni el diácono puede haber sido divorciado ni casado con mujer divorciada. La dirección del Espíritu Santo en escoger a estos hombres es por un voto de la congregación. No hay ordenación válida de mujeres. El primero de estos oficios es llamado por tres palabras bíblicas: el obispo, el anciano, y el pastor. Son perspectivas diferentes del mismo oficio. Creemos que no hay distinción entre un anciano que gobierna y uno que enseña. Todos los ancianos son obispos también por lo tanto deben ser “aptos para enseñar.”
- La Autoridad de la Iglesia Local
La iglesia local tiene autoridad de su Cabeza para escoger sus propios líderes, disciplinar y dar de baja a sus miembros, nombrar mensajeros, comisionar misioneros, escoger el tiempo y lugar de sus reuniones que incluye las dos ordenanzas, iniciar su presupuesto y contabilidad financiera, y juzgar pleitos entre sus miembros. Las áreas de autoridad dadas al pastor de una iglesia local deben ser ejercitadas en armonía con la iglesia. Los diáconos ayudan al pastor en imponer y supervisar las reglas y los programas de la iglesia local (Marcos 10:11-12; Hechos 6:3-5; 11:29-30; 14:23; 19:39; 20:28-31; Romanos 7:1-3; I Corintios 5:1-13; 6:1-5; 9:11-14; Gálatas 6:6; Efesios 1:22; Filipenses 1:1; I Tesalonicenses 5:12- 13; I Timoteo 3:1-6, 10-13; 5:17-18; II Timoteo 4:2; Tito 1:5-9; I Pedro 5:1-4).
Creemos que el gobierno civil fue puesto por Dios para los intereses y buen orden de la sociedad humana; y que se debe orar, honrar conscientemente, y obedecer a los magistrados, excepto en casos opuestos a la voluntad de nuestro Señor Jesucristo Quien es el único Señor de la conciencia, y el Rey de reyes venidero (Daniel 3:17-18; Mateo 22:21; Hechos 4:19-20; 5:29; 23:5; Romanos 13:1-7).
Creemos en el rapto de la iglesia por Jesucristo que será pre-tribulacional y pre-milenial, un evento que puede ocurrir en cualquier momento y que en aquel momento los muertos en Cristo van a ser resucitados en cuerpos glorificados, a los que viven en Cristo les serán dados cuerpos glorificados sin gustar muerte, y todos juntos serán arrebatados para encontrarse con el Señor en el aire antes de los siete años de tribulación (I Corintios 15:42-44, 51-54; Filipenses 3:20-21; I Tesalonicenses 4:13-18).
Creemos que hay un solo Dios vivo y verdadero, Espíritu infinito, el Creador y Rey supremo del Cielo y la Tierra; inexpresivamente glorioso en santidad, y digno de todo honor posible, confianza, y amor; y que en la unidad de Dios hay tres Personas, el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo, igual en cada perfección divino y ejecutando oficios distintos pero a la vez armoniosos en la gran obra de redención (Exodo 20:2-3; I Corintios 8:6; Apocalipsis 4:11).
- Dios el Hijo, el Señor Jesucristo
- El Nacimiento Virginal de Cristo
Creemos que el eterno Hijo de Dios vino a este mundo, así como fue provisto y propuesto por Dios y anunciado en las profecías de las Escrituras, para manifestarle Dios a los hombres, cumplir la profecía, y ser el Redentor-sustituto: que fue concebido por el Espíritu Santo en forma milagrosa, y nacido de María, una virgen, como ningún otro ser humano ha nacido, ni jamás nacerá de mujer; y que Él es el Hijo de Dios y Dios el Hijo. Jesucristo es tanto Dios perfecto como hombre perfecto (Génesis 3:15; Isaías 7:14; Mateo 1:18-25; Lucas 1:35; Juan 1:1-5, 14).
- Su Persona
Creemos en la Deidad eterna, absoluta, y esencial y la humanidad verdadera, sin embargo perfecta e impecable de nuestro Señor Jesucristo; que Cristo es el eterno Hijo de Dios, y Dios el Hijo, la Segunda Persona de la Trinidad, siendo co-igual, co-eterno, y de la misma esencia como Dios Padre; y que Él ha unido en una sola Persona la Deidad íntegra y la humanidad perfecta y sin pecado.
- Resurrección, Ascensión, y Sacerdocio de Cristo.
Creemos en la resurrección corporal de Cristo y en Su ascensión al Cielo donde está sentado a la diestra del Padre como nuestro Sumo Sacerdote que intercede por nosotros (Mateo 28:6-7; Lucas 24:39; Juan 20:27; I Corintios 15:4; Marcos 16:6-19; Lucas 24:2-6, 51; Hechos 1:9-11; I Timoteo 2:5; Hebreos 2:17; 5:9-10; 8:6; I Juan 2:1; Apocalipsis 3:21).
2. El Espiritu Santo
- Su Persona y Presencia
Creemos que el Espíritu Santo es una Persona de la Deidad, igual a Dios el Padre y a Dios el Hijo y de la misma naturaleza; que Él fue activo en la creación.
- Sus Ministerios
Creemos que la relación del Espíritu Santo con el mundo incrédulo es que él detiene al maligno hasta que el propósito de Dios sea cumplido; que Él da testimonio a la verdad del evangelio en la predicación y el testimonio; que Él es el Agente del nuevo nacimiento; que Él mora dentro, sella, da poder, guía, enseña, testifica, santifica, y ayuda al creyente. Todo creyente verdadero recibe el Espíritu Santo morando en él en el momento de su salvación (Génesis 1:1-3; Mateo 28:19; Marcos 1:8; Lucas 1:35; 24:49; Juan 1:33; 14:16-17, 26; 16:8-11; Hechos 11:16; Romanos 8:14, 16, 26-27; I Corintios 12:13; Efesios 1:13-14; Hebreos 9:14).
- Sus Dones Temporarios
Creemos que el Espíritu Santo prepara a los creyentes para servir, dándoles capacidades espirituales. Los dones carismáticos (como lenguas, sanidad, echar demonios, etc.) como se encuentran en I Corintios 12:8-10 y Marcos 16:17-18 eran señales temporales dadas a los apóstoles y profetas para poder escribir el Nuevo Testamento, hasta la clausura del canon, y no operan hoy. Los dones carismáticos del Espíritu Santo han cesado, pero si creemos que Dios en su bondad sana y nos libra de los demonios. (A la vez, no dudamos de la sinceridad de algunos que dicen equivocadamente practicar estas cosas) (Romanos 12:1-8; I Corintios 12- 14; Efesios 2:20; 3:3-5; 4:4-16; II Corintios 12:11-12; Hebreos 2:4).
Creemos en la realidad y personalidad de Satanás, el Diablo; que fue creado por Dios como un ángel, mas por orgullo y rebelión vino a ser el enemigo de su Creador; y que vino a ser el dios inmundo de este siglo, el príncipe de todos los poderes de las tinieblas, y es destinado al juicio de un eterno castigo en el lago de fuego (Isaías 14:12-17; Ezequiel 28:11-19; Mateo 4:1-11; II Corintios 4:4; II Tesalonicenses 2:8-10; Apocalipsis 20:10).
Creemos que el hombre fue creado inocente (a la imagen y semejanza de Dios) bajo la ley de su Creador, pero por transgresión voluntaria Adán cayó de su estado feliz sin pecado, y que todo hombre pecó en el pecado de Adán, en consecuencia del cual todo hombre ahora se encuentra totalmente depravado, y es partícipe de la naturaleza caída de Adán, y es pecador por naturaleza y conducta, y por tanto está bajo condenación justa, sin defensa, y sin excusa (Génesis 3:1-6; Romanos 1:18, 32; 3:10-19, 23; 5:12, 19).
Creemos en la doctrina bíblica de la separación que incluye lo siguiente: (1) la separación de la iglesia local de afiliación, confraternidad, y cooperación cualquiera con los que niegan la fe cristiana verdadera, y (2) la separación del creyente individual de toda práctica mundana que deshonraría al Salvador.
Creemos que la iglesia debe rehusar entrar en alianzas donde concede terreno doctrinal, moral, etc., aún con gente evangélica que tienen motivos buenos, pero donde nuestro testimonio sería dañado y nuestra posición confundida. Específicamente rechazamos el concepto de que nuestra iglesia debe cooperar con incrédulos e iglesias apóstatas, aun cuando la cooperación parece producir buenos resultados (II Corintios 6:14; Efesios 5:11; II Timoteo 3:5; II Juan 9-11).
La Doctrina de Separación Incluye:
- Separación Personal
Creemos que el creyente debe estar en el mundo, sin ser del mundo, no teniendo amistad, afiliación, ni identificación con él.
- Separación Política
Creemos que la separación política prohíbe al gobierno establecer una iglesia o interferir en las doctrinas y prácticas de iglesias (Lucas 20:25; Juan 15:18-21; 17:12-16; 18:36; Romanos 16:16-17; II Corintios 6:14-17; Gálatas 1:6-9; Efesios 5:11; Filipenses 3:20; II Tesalonicenses 3:6, 14; II Timoteo 4:2; Tito 1:9-16; Santiago 4:4; I Pedro 1:16, 18; I Juan 3:1, 13).
Creemos en la elección soberana de Israel como el pueblo de un pacto eterno de Dios, que ahora está dispersado por su desobediencia y rechazamiento de Cristo, y que va a ser reunido en la Tierra Santa y, después de la consumación de la iglesia, será salvo como nación a la segunda venida de Cristo (Génesis 13:14-17; Ezequiel 37; Romanos 11:1-32).
Creemos que hay una diferencia radical y esencial entre el justo y el impío; que solo aquellos que son justificados por medio de fe en nuestro Señor Jesucristo y santificados por el Espíritu de nuestro Dios son verdaderamente justos en Sus ojos, mientras que todos aquellos que continúen en incredulidad son ante Sus ojos, impíos y condenados; y que esta diferencia se mantiene tanto en esta vida, como después de la muerte, en el contentamiento eterno de los salvos y en el sufrimiento consciente y eterno de los perdidos en el lago de fuego (Génesis 18:23; Proverbios 14:32; Malaquías 3:18; Mateo 25:34-41; Lucas 16:25; Juan 8:21; Romanos 6:17-18, 23; I Juan 5:19; Apocalipsis 20:14-15).